Esquela 214: Quemo

Cuántos somos los que vamos pasando... A qué velocidades pasamos... nos entrelazamos, nos enhebramos a veces, nos liamos entre nosotros. Nos enzarzamos en compromisos absurdos la mayoría de veces.

Después, entre todos los amigos que merecen la pena, solo queda una canción. una de tus favoritas. Una que siempre llevas cargada en tu MP3.

Y así vas creciendo, de ese modo, pintado por los demás, complementado por pigmentos de otras pieles, acariciado por otras manos, y cuando e recoges, solo encuentras un compañero: La ola. La ola de una secuencia de oleaje, Otras olas del mar. te mecen. Te mueres, y te das prisa en recordar si tu vida tiene algún sentido. Y aparece esta canción, aparece esta letra y esta forma en que cae el sol.

Te miras el pecho, cansado de recibir ondas ultravioleta. Tienes algunos nombres marcados. No sabes cómo, pero están ahí. Espera, los conoces. Son los nombres de tus viejos amigos. Están clavados en tu piel. Todos tememos morir. Pero hay un hueco en el que puedes dejar tus dedicatorias. Tus dedicatorias a la vida. Lo puedes hacer con fuerza, o con desgana.

Si yo ahora me siento fuerte, no tengo porqué callarme.

El nervio que da la órden de mover el músculo de mi brazo, viene activado por un impulso eléctrico que le mando yo ahora. Y se lo mando porque necesito descargar de algún modo este amor. El amor por los amigos. El movimiento son ellos.
El movimiento son ellos.

Y la transformación nunca habrá sido tan sencilla. Mis amigos provocan esta potencia. Muchos cambian, muchos crecen a su manera, muchos sonríen en mi nombre. Yo sonrío en el suyo. Cuanto más sencillo y directo es el circuito de sonrisas, menor es el flujo de amor que se pierde.

No me voy a olvidar de dar un solo abrazo.

No me voy a olvidar de dar uno solo.

Esque hoy he visto muchas risas. Hoy he visto que lo que perdía, volvía a mi rápidamente. Ganaba, perdía. Todo muy rápido. La lluvia, los timbres, los amigos. Los putos amigos. La navidad.

Y mañana, más.

No me toques, que quemo de amor.