El tren vuelve a acercarse. Después se irá. Ha estado haciendo lo mismo desde la primera vez que pasó por aquí. Llega y se va. Todo llega y se va. Algunas cosas de un modo más evidente. Otras de un modo menos perceptible.
Los brazos y la espalda me duelen. Estoy cansado.
Hay mucho que agradecer. Y la condena por todo aquello que me angustia, brota de modo paradójico: Lo que menos me deja vivir, es lo que sé que no me va a dar tiempo de reconocer, de homenajear o acariciar.
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