El cielo está azul metal y se encalla en él tanto el granel, como lo plateado de éste, confiriéndole de este modo, un aire eléctrico-navideño pseudo noventero.
Aún así, los suspiros que llegan a mis oídos son incluso de una o dos décadas antes. Para entonces, ya se levantaban algunos edificos altos e impresionantes. Y aunque no recuerde el nombre de ninguno de ellos, sus azoteas siguen existiendo, allí arriba, y más de una persona habrá utilizado alguna para siucidarse. La habrá utilizado en su beneficio.
Solo una vez he estado en Belfast, pero ya he conocido su silencio varado y su fuerza contenida. Estuve allí y lo comprendí. Pero en otros muchos lugares he estado y también he comprendido. A menudo, son sitios comunes. El coche de mi padre, por ejemplo. Allí también me di cuenta de muchas cosas, como que Simply Red pega con los ejecutivos eurpeos.
Después, los conocimientos se van modificando, y voy creando una verdad a la que achacar todas mis desgracias. Porque las verdades de verdad apenas existen. Sólo son un recurso más para obtener explicaciones.
¿Y quien te dice a ti que no formamos parte de la gran broma? Sí, es lo de siempre. Pero es que nunca se puede estar seguro de nada. Nada de nada. Tansiquiera de si quieres a alguien. Quizá por eso; por ser amor, y por ser tan puro. Quizá por ser tan directo y no pasar por nuestra cabeza, el amor dista de asociarse con cualquier verdad en forma de regla. En el amor no hay normas, dicen. En el acto humano reflejo por excelencia no hay reglas.... entonces.... ¿de dónde coño brotamos? Qué coño pretendemos.
Somos lo que para nosotros son los perros que tratan de morderse el rabo mientras dan vueltas como peonzas. Eso es lo que somos.
¿Para quien? No creo que sea una persona. Puede ser sencillamente el aire, que fue tan listo, que decidió adjudicarse la forma más leve de existencia. Por eso solo sopla, mece y provoca el movimiento de los demás.
Los parques y las luces me siguen invitando a ir un poco más allá, a no marcharme todavía a la cama, a montar en la última atracción, a regalarte un último algodón, a morirme de risa en vida, y quien sabe, si al final, implosionar en vez de explosionar.
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