Tuesday, January 29, 2008

Esquela 136: De camino a Santropez

Sinceramente, echo mucho de menos las bandas que adornaban mis veranos en el pueblo con sus melodías facilonas y con sus ritmos bailones. Sinceramente, echo de menos las muchas carreteras de tierra que debieron haber tiempo atrás, cuando la gente se desplazaba con carros y las fiestas consistían en la reunión por corros en las plazas. Echo de menos que bajo mis pies se reescriba el pasado, o que enfrente mío crezca la hierba de antaño, hecho de menos el auténtico peinado a ralla, los chalequitos de lino a juego con el pantalón, o incluso los zapatos de charol.

Si bien es cierto que no puedo renunciar a este equipo de estéreo que tengo delante de mi. Así que he pensado que voy a hacer un experimento, que consiste en llevarte conmigo a todas partes. Porque contigo, vaya donde vaya, siempre es la primera vez, siempre es una época distinta, o siempre hay otra cosa de qué hablar.

Mira, mi cuerpo se mueve solo, entre la heladería y la biblioteca, te lanzo como una peonza al centro de la carretera, y entonces, decimos que extrañamos los días que nunca conocimos, pero poco nos importa, porque nosotros creamos nuestro propio momento y escribimos nuestra propia historia. Con eso, hay más que suficiente:

Agarramos un poquito de la charanga callejera de John, un pedacito del engalanado gimnasio del West Institute, un montoncillo de la inocencia femenina de los barrios residenciales del Newjersey de los '60, unos pocos vinilos de Billy Holiday, una noche en vela de cualquier bochornoso verano del sur, y lo bañamos todo con nuestro encantador toque especial: la aurora boreal de Islandia.

¡Es tan empalagoso como las galletas de la tía Jane, pero es nuestro!

Así

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