Días, días, y más días.
Día 1. Día 2. Día 3. Y más.
¿En qué se diferencian?
En su fuerza.
¿Dónde esta la fuerza de un día?
En tus masturbaciones.
Dijeron que perdías la vista si abusabas del sexo.
Pero no es así. Lo único que pasa es que el día se difumina.
No está tan mal.
Quizá los colores de los edificios pierdan en intensidad. Quizá aquellas pinturas no parezcan destilar toda aquella vehemencia que antaño las hizo populares.
Pero mientras sucede todo eso, tú tienes las uñas y los dientes clavados, y eso sólo se consigue cuando te quieren durante unos segundos sagrados.
El amor late como lo haría un feto en la barriga de su madre. El amor sólo consiste en un montón de sacudidas interiores.
No lo queramos disfrazar con palabras.
Yo no me entrego más que a mí ya al verano. Y que le den por culo a las cuatro teorías que los otros profesaron. No soy ni yo y paso a ser la percepción progresiva de una información basada en cuatro vías: Dimensión uno, dimensión dos, dimensión 3 y Tiempo.
No soy más que eso y todo lo demás rebota.
Y algunos día son más fuertes y tenaces que otros porque no saltas desde el abismo. Te resistes a saltar del abismo.
Pero al final, si no soy nada más que un sorbete de percepción con patas, ¿porqué he de aspirar a lo más alto?
Me voy al lavabo.
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