Sunday, February 18, 2007

Esquela 52: A mi Holden

Yo también me voy dando cuenta de que ahora tengo 22 años.

Trato de vivirlos como lo haría cualquier otra persona con esta misma edad: me zambullo en un mar de idealismos. Pensar es gratis. Ilusionarse también.
Aún hoy, sigo barajando la posibilidad de poder escribir algo que nunca antes se haya escrito.

Pero no todo es tan sencillo. También tengo miedo. Peor aún, tengo la certeza allí al fondo. La certeza de que no voy a acabar viviendo la vida que ahora me gustaría vivir. No va a haber horizontes inciertos y cambiantes, no va a haber quien me acaricie el pecho, y no voy a burlar en mi puta vida una puta frontera.

Solo puedo beber y fumar. Solo puedo dedicarme a seguir soñando y esperar. Nunca voy a lograr nada y me hundo en la melancolía. Y digo melancolía porque me anticipo a lo que vaya a sentir en 20 años cuando lea estas estupideces. Porque melancolia es nostalgia de algo que fue en el fondo precioso. (sí, estoy reconociendo poder hallar la felicidad através del convencional camino).

Una certeza rebate cien mil ilusiones.

Yo podría intentarlo. Podría no querer ver en donde voy a acabar. Podría llegar un poco más lejos, apretar más las tuercas, forzar más la maquina. Machacar sus pistones hasta hacerla estallar. Y tocar fondo entonces. No lo voy a hacer. No puedo.
No hay ninguna llamada de ningún lugar. No hay ninguna voz ni ninguna letra.

No me voy a matar.

Solo querría olvidarme de todo, querría olvidarme de todo y volver a empezar. Enfilar otro camino, osar formular la infinidad en un par de palabras. Tocar todo el mar con un solo dedo o soslayar el cielo entero en un abrir y cerrar de ojos.

Querría comenzar en otro lugar otra historia. Crecer de manera diferente. Coleccionar sentimientos inmortales. Nunca dudar. Obtener únicamente beneficios. Ir de cima en cima e ignorar todo lo que hay abajo, tutear los lagos, hacer de mi dolor un mimo amateur que nunca chilla ni convence. Perderme en las arrugas de cualquier voz que vibra de emoción. Holgazanear siempre y sumirme en los suspiros de otras personas, vender mi alma al mejor postor y olvidarme de tener que pensar en cómo vivir, para por fin, saber cómo lograr poder morir tranquilo.

Pero no me atrevo.

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