Esquela 45: Vestigios de mis relaciones laborales

En el malecón de allá, en donde Juan Luis Guerra versionó la composición de Julio Delgado, "Woman del Callao", ahora hace calor y no frío.

Me pasaría allí todas las noches de nuestro occidental invierno. Porque la vida sabe a vacío una vez das con el ecuador de la Tierra. Sabe a música fugitiva de las ventanas de las calles estrechas y destartaladas del pueblo de los arenques.

En el cabo, a plena oscuridad, hay dos personas que se aprovechan del rumor del Mar y de la dichosa música que se escapa de las casas en donde se respira pasión y humildad. El vainilla de las velas impregna el cuarto de suavidad ambiental, y lo tenue... lo tenue descubre las partes necesarias de tu cara, las desarropa de lo negro, y las tiñe de un rojo sangrante y grabador.

El vacío del que hablo, es aquél que alguna vez he creído sentir. ¿Cómo puedo ser capaz de querer tanto en tan poco tiempo? ¿Cómo una noche puede solucionarse a sí misma ella sola delante de mis ojos, y después puedo yo levantar la cara cuando voy por la calle, sabiendo que soy capaz de olvidarte?

Esque este chaval no debe saber querer. Mis historias son el rebote de la canción de Juan Luis Guerra. Mis historias son sólo lo que retumba de las ondas sonoras que invaden la habitación de cualquiera. Mis historias son de papel frente a todas las de los demás, que suelen ser de la madera misma de los tablones del malecón. Mis historias son de papel escrito.

Soy un profesional del amor. Sé distinguir entre el ocio y el trabajo. El amor es mi trabajo, y acabo cansado de él. Cuando llego a casa sólo quiero estar conmigo y a solas. Me dedico a querer y soy dueño de mis sentimientos. Tanto que me entristezco. Es también otro papel más. Sí, asumo otro papel incluso cuando acaricio.

Escucho a Juan Luis Guerra. Me gusta. En una misma canción te compara el amor con la inflación. Es el único que reconoce mi trabajo. Porque querer es mi trabajo.

Por ello, solo por ello, entiendo lo que sucedió aquél 30 de diciembre.