Sin hacer ruido, sin
hacer ruido nos colamos en la factoría. Los instrumentos son grandes e
impresionantes. Tommy es el primero en asumir los riesgos y prueba de maniobrar
con ellos. Soltura, solidez, los demás muchachos nos vamos sumando, Jeff, Marc,
Peter… Todos queremos nuestra parte. ¿Has sentido alguna vez la sensación de
conocer perfectamente algo que nunca antes habías utilizado? Es impresionante,
todos experimentamos la emoción de control total a la vez. En la explanada
de afuera, las alarmas continúan sin tener motivos para saltar. Somos
silenciosos y limpios. Los acaudalados siguen con sus quehaceres, como si no
pasara nada. Y mientras tanto, nosotros creamos bellas historias, como nunca
antes se han escrito. Tenemos la estrella desde el principio. El baile es
perfecto y sentido. La carretera hacia la ruina de los demás se allana.
Brillamos sin depender de nadie, y a fuera, en la explanada de la factoría, el
sol quema el cemento. He tenido que esperar 30 jodidos años para tener esta
idea tan sencilla. No es tanto eso, es más bien el valor de haberlo propuesto a
los demás chicos. Y ahora, dios, qué bien sienta lograr surfear por encima de
tus propias emociones. Es magnífico sentir que pilotas de manera pretty smooth
tu propio piruetaje. Miro a los demás, sé que piensan lo mismo que yo.
Podríamos decir que ahora, por fin y de verdad, somos uno.
En el concesionario de al
lado hay coches de gama alta. No diría de lujo, pero sí de gama alta. Hay vendedores
con traje que saben hacer muy bien su trabajo, saben hacer volar a los clientes
aún sin prender el motor de las máquinas. Ellos adoran su trabajo. Eso me hace
cerciorarme de que no puedo odiar a nadie que cree en lo que hace. Ellos son bienvenidos
en mi mundo. Que vengan todos los vendedores de coches del concesionario de al
lado, que vengan porque esto también les va a gustar a ellos.
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