Prácticamente
son 5 los años. 5 putos años en donde no he encontrado respeto de ningún tipo.
Algunos pretenderán que siga asistiendo a mi puesto con la misma ilusión del
primer día, que siga viviendo de la esperanza de que algún día lleguen a valorar
mis aportaciones. Algunos esperarán a que me pudra silenciosamente hasta que
los que vengan detrás se pregunten “¿Qué hace ese mueble viejo ahí?”
En su
favor, aquellos que nunca han confiado en mí alegarán que nunca estuve por la
labor. Y mentirán. Porque al principio lo estuve e incluso ahora estoy
dispuesto a estarlo. Pero al final uno se cansa de dar sin recibir. Y más
después de 5 años. No hubiera estado de más una muestra de respeto, o ya ni
eso; consideración.
Toda mi
vida he creído ser capaz de valerme por mi mismo, de crear cosas interesantes,
de tener algo de ingenio, de en definitiva, poder desempeñar un buen trabajo a
la altura, por lo menos, de lo que una empresa espera. Pero estos 5 años para
lo único que han servido es para minar mi confianza, para arrinconarme, para
hacerme dudar de mí mismo. Por surte no
he perdido aún la cabeza, y sé que son ellos los que se han equivocado. Me lo
demuestran mis amigos, y mis quehaceres fuera de este lugar. Me demuestran que
aporto valor en distintas formas.
¿Pero
qué hago con estos 5 años? Me pregunto si se creen que soy tonto, o simplemente
un vago. Me pregunto por quién me tienen, aquellos que me niegan algo básico.
Seguramente no habré ocupado apenas lugar en sus reflexiones diarias,
semanales, mensuales, anuales…
Hay una
persona en especial que merece todo mi desprecio. Yo no soy de desearle a nadie
mal. Pero hay una persona por la que primera vez he sentido completa
indiferencia. Nunca fue tan fácil no dudarlo. No dudar dejar languidecer a
alguien.
No comments:
Post a Comment