Thursday, June 07, 2012

Lo que cabe esperar de un idiota

Una vez. Una, que yo recuerde, estuve al límite.  Una vez, tuve esa sensación de no poder aguantar más. Fue ese momento en el que me di cuenta de todo lo que había tragado en anteriores ocasiones; las implosiones por las que había tenido que pasar; ahora estoy en el presente, ahora en el pasado; ahora en el futuro, antes estaba en el futurible, en un ratito en el plausible pasado; anteayer viví el presente de el futuro alternativo al probable una vez escoja mi siguiente café. Caras muy redondas a las que todo les va viento en popa, caras buenagente (lo escribo junto expresamente), caras de Blas, pero en chica, de las que no he de separarme excesivamente. ¿Por qué futuro estoy luchando? Por uno que me va a aportar el mayor sinsabor? Debería haber salido a por aquella mala puta, la primera venezolana; Alexandra es su nombre. Total, para verla como la veo ahora, en las grabaciones clandestinas a las que le somete el ninfómano (si hay un hombre que padece esta enfermedad es sin duda ÉL) compañero cada vez que esta le chupa el miembro…. La técnica es buena:
(allí en el interior del coche, a oscuras)
“Quiero verte mientras follamos,  deja que active la aplicación de la linterna en mi móvil”
“¿Qué aplicación?”
Entonces el chico le enseña la susodicha, consistente en una imagen de una linterna que ocupa la pantalla entera del móvil, que al entrar en contacto con la yema del dedo, activa la luz del flash indefinidamente, hasta el momento que se vuelva a tocar la pantalla.
“ah, bueno, ponla”
Dice, la chica. Él sonríe, y en un hábil gesto (esa es la parte sobre la que más dudas tengo, debido a mi tembloroso pulso), lo que activa es la cámara del móvil, y la pone a grabar con el flash activado. Ella, como acaba de ver la aplicación de la linterna, da por sentado que esa luz no va a dar mucho que hablar. Pero se equivoca. Él, rápido acomoda el móvil en la parte superior del bolsillo de la parte trasera del asiento del copiloto, de tal manera que el flash y la cámara captan más de la mitad del espacio de los asientos traseros. Ella empieza a chuparle el pene de la manera más desinhibida posible. ÉL SE CONVIERTE EN LEYENDA.
Ahí estoy yo, viendo como le come el rabo aquella chica que se había interesado más por mí que por él, pero que había cedido a la insistencia de mi compañero antes de ceder a mi “saber estar”. Saber estar digo, como podría decir mi despliegue de insulsa gilipollez.

Esta viene siendo la metáfora de mi vida. Entre estrellas deambulo. Y digo yo, que si admiro su brillo, debería tratar, por lo menos, de emanar la misma luz. Luz de flash de cámara.
Próxima parada: La grabación del acto sexual sin el consentimiento de una de las dos partes contratantes.

PD. ¿Lo has hecho de verdad, YO del futuro? … Qué cabrón… ese silencio es un sí, no me jodas.

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