Sales del trabajo a las tres de la tarde; excepcional diurnuidad; aún retienes algo de tu cabellera; te echas una goma de mascar a la boca al recibir los rayos de sol en la cara, y te dices que la ciudad, por fin te atiende; caminas y puedes sentir los problemas de los demás, te parecen nimios no por ser superior a ellos; Es solo porque eres una novela que nunca quiso ser hombre.
A tu alrededor, los choches se mueven, pitan, hay atascos; la gente grazne, chicas guapas de compras en sandalias paseando por el gran centro comercial. Si llevaras gemelos, te los arreglarías; la urbe te sienta bien, la urbe te mata lentamente; piensas en lo que vas a hacer tranquilamente, y sin darte cuenta, estás pensando en lo que hiciste ayer, en el bigote que te pusiste, en cómo follaste, en la salvaje manera; piensas en el anonimato, piensas en que la vida pasa, piensas en el equilibrio entre lo que escondes y lo que muestras, piensas en tus amigos, piensas en si lo son verdaderamente, piensas en el listón que les has puesto para considerarles como tales, piensas de nuevo en el equilibrio entre tu vida interior y la vida que hay ahí fuera; deseas llevar una chaqueta tejana, la goma de mascar pierde progresivamente su sabor, pronto la tarde caerá, los rascacielos imponentes impondrán su ley; tu serás un minúsculo punto perdido en un corazón que late vehículos, pronto serás nada; pero ahí estás, es tu Manhattan, es tu vida sellada en tu piel, por encima de las risas, de lo contractual… notas que lo consigues; estás haciendo algo espectacular, gustarte a ti mismo, sentirte ciudad, acercarte a la desaparición, al aire cargado; a lo que realmente quedará de ti cuando te vayas; de nuevo logras el acuerdo; después de haber follado salvajemente en un piso de la parte alta de la ciudad, después de haber vuelto a verte con aquella que solo te quiere como amante; después de haber comprendido varios de los significados del trayecto de la vida; Estoy tan feliz que me importa un poco menos morir.
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