Ahí, escalando la pendiente; entre el romaní, la hojarasca y el tomillo. Cantimplora, sol, frío, risas y esqueletos que nos persiguen y siempre nos perseguirán. Sí, ahí estábamos, contándonos los unos a los otros las historias que entre todos inventamos conscientemente, pero que pronto se convertirían en particulares leyendas. Después de aquello, de las meriendas y del querer ir a casa de amigos; superada la excitación de ver a nuestras madres hablar y sonreír entre ellas, vino Calafell y el espacio adolescente. Sí; ahí estábamos; en un lugar extraño donde el sexo pesaba. Yo estaba un poco atontado, como siempre; tenía suficiente con emanar estilo de una manera sutil. Evidentemente, nunca lo logré. Aún así, es curioso pensar cómo hay veces que no conseguir tu objetivo te lleva a una forma entrañable y sorprendente de felicidad. Una felicidad, que seguramente, eso sí, se reconozca más tarde: Tomé los pasos correctos a pesar de pensar que lo estaba haciendo fatal.
Quizá esa sea la tónica de mi vida; no me importaría: Tomar lo que en el presente creo que son pasos incorrectos para mantener así mi fe por mejorar viva, y ver después, con el paso del tiempo, que puestos a existir, lo que hice estuvo bien…
Hoy estoy completamente solo, y la tendencia es pedir a alguien que te acompañe cuando estás solo. Y es que ése es el problema, estoy solo, pero no me siento solo. Sencillamente me siento vivo; Podría, por ejemplo, coger un tren para llegar a la piscina en la que tantas tonterías hice. Podría hacerlo sólo por mirarla otra vez. Siento una fuerza extraordinaria cuando me lo planteo. Entonces me pregunto dónde residen las ganas; dónde se originan. Quien habla de piscinas habla de Karts, habla de autos de choque, de partidos de futbol… Es este sol y este cielo claro de invierno el que me traslada hasta el papel de plata. Quizás es eso, quizás el lugar de las ganas no existe en ningún espacio o lugar concreto. Quizás solamente ocurre que fluye de la conjunción de sensaciones encontradas, de recuerdos a la deriva, de grandes momentos extraviados que orbitan entre ellos y que a veces, sí, se alinean. Debo tener tantos, que dan fruto a una especie de enciclopedia de absurdos pero gratos objetivos… Ni idea…
Pero ahí están las ganas: proyectándose a través de los lentes; ahí están naciendo de incontables posibilidades, de infinitas combinaciones; las ganas por volver a tener lo que tuve, aunque sea de una manera un poco diferente… cuanto más retienes, cuanto más guardas de lo vivido; más sencillo es volver a encontrarlo en el porvenir.
(Y por ende, más fácil es establecer interconexiones y paralelismos que te acercan al presunto patrón de la percepción)
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