Parte tercera.
No hay respuesta. O sí. Es el silencio. Un silencio que llena esta habitación, que llena mi vestíbulo, y que pesa sobre mis espaldas por abierto que esté el cielo cuando salgo a la calle.
Hacía tiempo que no vivía una derrota tan dramática; hacía tiempo que no me encaramaba tan alto para caer al vacío. Hacía tiempo que no me sentía tan vivo.
Es en esos instantes justo después de recibir un fuerte golpe, en que desapareces; o te sientes plenamente, limitado por un dolor que cubre lo que va de tu piel hasta los horizontes infinitos. A mi me ha pasado lo segundo.
Tú has logrado despertarme, hacerme creer mortal de nuevo; Tu pasar. Porque sólo era eso para ti… pasar por aquí. Yo me tomé la licencia de viajar cien millones de veces más lejos que tu, sólo por tocar tu puta piel y sentir tus curvas, que viajaban por la espalda hacia una cintura fina, el punto más bajo de la cual, marcaba una progresión de perfecta angulación hacia las dunas que son tus nalgas en este puto desierto que confundí por oasis equivocadamente.
Y ahí seguirás, remanente, impávida, lanzando brazos invisibles en los que sólo yo creo; brazos que me empujan a viajar lejos, a huir atravesando las fronteras persiguiendo la idea de lograr olvidarte. Como si no hubiera otro camino.
“Me han vuelto a dar”, diré cuando me arrastre mostrando al sol mi herida de bala. “me han vuelto a dar, y de qué manera”, y seguiré retorciéndome hasta llegar a algún lugar que no sé cual es… Lo único que quiero es no tener tu cara clavada, ni tu tacto grabado por mis venas, ni tus recorridos, ni tus preguntas, ni tu jodido cuerpo, y su jodida silueta retenida en mi mente. Quiero expulsarlo todo, quiero volver a empezar…
Ahora que colindo con la muerte es cuando más sé que estoy vivo… así que de nuevo… y después de todo…Gracias.
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