Andaba desnudo, escribiéndote una última vez. Me lo prometo. Hoy va a ser la última vez. Voy a desearte una vida absorbida por un entramado de otras vidas ajenas que no me permitan verte, aún escrutando con todas mis fuerzas ese bosque de proyecciones anónimas, de destinos curvados que son la existencia de todos los demás. Aún hoy te escribo una cuarta vez y me creo religioso. Un ferviente religioso huérfano de dios que necesita vomitar su desespero. Esta es mi manera de desahogarme, sí; rozando el rezo, rezando por todo lo que te rocé, evocando cada vez tu boca y sus giros, y apoyándome cada vez más e irremediablemente en tu parte ideal. Voy a hacer una lista de los últimos bosquejos mentales que retengo:
1. Curvas tan perfectas que mi mano la llevaba una corriente de aire por encima de la nada que era tu piel. Ausencia de fregamiento.
2. Ojos vacíos, reinantes en la nada también. Gélidos y cobijados sin necesidad por unas cejas finas y altivas, nada plebeyas.
3. Pasividad, apatía, indiferencia, desilusión causada por el desengaño perpetuo que has construido a base de tus propias vivencias, falta de fe, incapacidad para la sorpresa.
4. La rosca que hacías con tus piernas entre las mías
5. Paciencia, tranquilidad. “He dormido bien y me gusta tu cuerpo”. Tu bandera es el silencio y tu manera de dejarte. Ello aviva mi gana de atravesarte mucho más en todos los sentidos.
6. … No hay mucho más.
Y después de caminar en ausencia de la luz por el bosque de los destinos ajenos, y aún engañándome deseando no verte, quizá haya un claro en el que te hayas decidido parar a descansar. Quizá lo haya. Estiro mi cuello y me imagino dando contigo de nuevo de la manera más inesperada. En otro lugar y otra vida. Estoy seguro de que no me recordarás, pero tu patrón yo sí que lo recordaré perfectamente. Más que recordarlo, siempre lo habré llevado encima, más que la primera vez que nos vimos. Porque yo ya conocía tu patrón y lo quería antes de que nos encontráramos en la realidad. Y es una meta absoluta, el volver a tocar tu cuerpo. Es un objetivo inamovible, eterno y atemporal, que rebasa las dinámicas de la vida. Imposible de cambiar, te lo digo enserio.
Así que siempre deberé estar preparado para volver a caer en tu olvido, porque es el único lugar al que pertenezco, al de Nadie en forma de persona. Tú eres Nadie en persona. Eres la nada con una cara preciosa. El mejor lugar para una persona como yo, que lo quiere todo.
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