recuerda aquellos días en que aún eras joven y volvías a casa después de pasar la noche con aitana.
Es fácil aún hoy contagiarse de esa felicidad que ella te daba cuando compartíais cama. Qué divertidos los caminos de vuelta bajo el efecto de sus despertares prodigiosos. Qué bien sentaba verla por la mañana y saber que tenía en ella lo que merecía. La balanza estaba puesta de la manera más perfecta. Siempre echaré de menos lo que tuve con ella aunque siempre lo tenga, porque soy de nostálgica felicidad.
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