Sábado en un autobús, con las heridas de la indecisión doliendo y un niño de 7 años que aunque no esté aquí delante, es como si estuviera. Llora y no mata ninguna duda. Solo incordia.
Hace cosa de un par o tres de años empecé a tener conciencia de la longitud de la vida. Esto sólo me ha servido para reírle la gracia al destino, poco más. Y si camino hacia dentro de la espesura de mi cabeza veo que corro unos velos que al cabo de los días vuelven a taparlo todo. Y esque si entro en m cabeza, al rato he de salir porque noto que me falta el aire. Y así es siempre; me meto en mi cabeza y casi siempre descubro los mismos miedos; entonces les doy un martillazo, pero al rato se regeneran.
Me bebo mi propia risa amarga poco a poco.
Algunos se dan a las drogar, que corren por sus venas y ponen a salvo sus cuerpos enteros durante unos instantes fantásticos. Yo, de camino haca algún lugar siempre, paso por todas partes menos por donde me interesa. Noto que ya no teng tiempo para comprenderme, y menos los tienen los demás. Mis huesos duelen y mis ganas también.
Voy a comer con mispas, voy a temer que el lunes llegue, y cuando éste empiece, voy a notar que el dolor no es tan grave. Después volveré a desempolvar ese sueñque que hace unos años enterré; irme a Méjico a empezar algo en otro lugar, como si así no solo dejara atrás lo que me sucede por fuera, sino también lo que me sucede por dentro. Tonto de mí.
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