Monday, October 27, 2008

La pell freda

Su pelo era como fuego.

Una vez, cuando la conocí, la conocí en una ciudad real. Envuelta de gente real. Pero aquello no significaba que no pudiera notar la ausencia, vacío, que desprendía su alma. La desidia de sus ojos.

Otra vez, la conocí en una isla sin nombre, y bajo una piel que no era exactamente humana. Allí, no solo ella emanaba vacío. También el lugar. Un pedazo de tierra granítica embutido entre un mar entre gris y blanco, y un cielo borrascoso. De una punta a otra, menos de un quilómetro y medio.

Todo, para darme cuenta de que la ansié mucho más aquella vez rodeados de agua, que la primera.


Siendo hermética y de una especie completamente desconocida, lograba avivar en mí todos los deseos que pretendía que prendiera la mujer más completa del mundo. No fue sencillo. El proceso hasta la primera vez que la poseí, fue un ejercicio de encuentros y desencuentros mentales, una batalla constante entre sentimientos como la soledad, la agonía y el despido eterno.

Al principio, solía creer que era un animal. Pero en el fondo de todo, sabía que sencillamente, eso era lo que quería creer. Alterar mis pensamientos, ya de por sí exhaustos por la situación misma en que me encontraba (aquella isla desierta, aquellos monstruos rodeándome, y ella, congénere, adiestrada por el anterior desgraciado que naufrago en este lugar inhóspito), era algo que, por lo menos las primeras semanas, directamente me parecía inconcebible.

Después, cuando emprendes el camino hacia el odio y el amor, y ella, se abre cada vez que lloras y te lleva a las estrellas convirtiendo vuestros dos cuerpos en uno, te das cuenta de que sí, de que los vasos se comunican,

Y nunca puedes estar lo suficientemente lejos de quien odias, ni lo suficientemente cerca de quien amas.

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