Tuesday, May 23, 2006

Esquela 17: Desconcierto en el concierto

Las multitudes pierden el control poco a poco.
Normal, los componentes han empezado a saltar al escenario.

Claro que aquella canción con la que da comienzo el concierto, es muy intensa y amante de los silencios. Así que quienes llevan ya mucho alcohol en la sangre, no tienen más remedio que echarse a llorar y hacer despuntar involuntariamente su vello.

Me gusta mirar a mi alrededor para ver cómo goza la gente mientras me entra la buena música en el cuerpo. Me siento por fin completamente integrado. Voy dando vueltas fijándome en los rostros satisfechos.

Y entonces te encuentro allí. Y me parece de lo más extraño que quedaba por suceder. Te encuentro allí, y no sé si acercarme a saludarte. No lo sé. La música que suena habla de deudas pendientes que tardaremos años en pagar…. No sé si acercarme a ti. Pero la magia de la canción me ayuda a creer que puedo protagonizar una vida con algo de literatura. Y he de empezar por saludarte.

Y justo cuando empiezo a ir hacia donde tú estas, aparece un chico que lleva la misma camiseta que llevo yo, aparece y te rodea la cintura con los brazos. Lleva la misma camiseta, lleva la misma camiseta, lleva la misma camiseta.

Y entonces, la canción empieza a hablar de la incomprensión, y de dar las gracias por nada y cosas así.

El cantante hace pender su voz en el punto más álgido de la melodía demasiado tiempo.

Da igual, me digo, da igual. Todo aquello pasó hace mucho tiempo. Sin embargo mi estomago contrae en su interior todos aquellos años que sucedieron desde la última vez que estuvimos juntos, y me quedo a dos días de haberte hecho el amor.

Me parece tan injusto que sucedan estas cosas…¿y a quién no? Pero ya me había imaginado que para que alguien fuera feliz, había de provocar de algún modo la tristeza en el prójimo… sí, ya que de no ser así, este sería un mundo sin artistas, sin música y sin curvas y sin dolor. Sería todo demasiado recto y por mucho que cayéramos al suelo, jamás sangraríamos.

Han continuado con una canción acerca de cómo de mal se coloca el amor. Dicen que el error esta en cargarlo solo sobre las personas.

Claro, es fácil hablar así si lo haces desde lo alto de un tablado y con diez mil personas delante. Más todavía si mientras tanto tocas la pandereta.

Ahora te empiezas a mover y bailas con él. Qué envidia! Voy a volver con mis amigos, me voy a dar la vuelta, pero justo en ese momento, me has visto. Comentas algo al oído del chico que te acompaña. Él asiente y se queda allí y tú empiezas a avanzar entre la muchedumbre hacia mí. (¡¡¡tienes la jeta de venir a saludarme!!!!!). Joder, me cago en la puta de oros, ¿y ahora qué? Siempre has sabido que no me gusta fingir.

“hola, cuánto tiempo, qué hay?”, me dices.

“Mascando chicle y esperando a que me recoja el coche para ir a la parte baja de la ciudad a comprar algo de drogas de mano”

Te quedas mirando mi camiseta. “sí, es la misma que la de tu chico” me digo para mis adentros. Y entonces me siento como una burda imitación de un rolex, es decir un maldito Trolex.

“Parece que tus gustos no han cambiado mucho” te comento amén de tus ojos postrados en la dichosa camiseta. Prefiero renunciar de entrada a una absurda amistad contigo. Lo que quiero es dejarte claro que tú solo me sientas bien si estoy entregado a ti por completo a la vez que tú sacias mi devoción hacia tu feminidad bendita a través de tu carne.

“Oh, él es John Mudson, comentarista deportivo en la BBC”, se desliza tu voz a mi oído. Le miras y él parece absorto en el concierto. Parece bueno.

“Es joven para ostentar un cargo tan prestigioso”, reconozco

“ Sí, tiene talento, y además, no se imbuye en el trabajo…por cierto, sigues como encargado de la cadena de montaje de latas de acuarios?”

“Sí, parece que definitivamente pediré que mis cenizas las coloquen en una de esas condenadas latas”

“bueno, hay cosas peores, como ser un peón en la misma cadena de montaje, ya sabes,(((((***** sonríes, sonríes… ¡sonríes!*****))))) aquello que siempre te decía acerca de aquella película de la que nunca recuerdo el título, aquella de Charles Chaplin.”

“Tocado y hundido”

“No se titulaba así, lerdo!”

“Ya, digo que me has tocado y me has hundido…”

“¿Cómo?”

”Ya lo sabes, estoy intentando volver a romper tu corazón,”

“Aquí las cosas no son como en las cosas que escribes, quizá esa sea la diferencia entre John y tú. Tú solo escribes, él sin embargo, habla.”

“Entonces, para superarle, tendré que “hacer” no?, yo escribo, él habla…pues yo tendré que “hacer””

Ahora la conversación se me ha ido del todo, además suena una canción que me recuerda a una noche a juego con ansiolíticos y a despropósitos que me rajan la piel y me dejan tendido en el suelo y en carne viva.

Te intento dar un beso, pero inicio el movimiento de un modo tan torpe que cuando estoy a menos de dos centímetros de tus labios, ya me he dado cuenta de lo ridículo que ha sido todo. Tú giras la cara y te vas.

Si hubo alguna vez en que definitivamente no fui yo, fue aquella noche.

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