Monday, April 24, 2006

Esquela 13: Xosé Ignacio do Souza

Lo tenía en las yemas de los dedos. Lo retenía entre todos mis huecos incluso después de despertarme. Lo tuve al día siguiente danzando a mi alrededor... era como una coreografía invisible y femenina.

Cuando tomábamos cervezas, había veces que no podía evitar sumirme en el color ámbar del cristal de las botellas (ese que adoptan cuando les da un haz de luz), para, al final, acabar fijándome en cómo se desvanecían tus últimos bastiones de mujer fatal en la espesura de mi negra memoria.

No podía evitar notar cómo tu carne se convertía en agua, cómo comenzaba a naufragar entre todas tus partes, cómo me empezaba a ahogar por la falta de aire puro. Entonces...toda tú empezaste a convertirte en la própia nieblina, me intoxicabas grácilmente, como el más potente narcótico.

Después de ser carne, agua, y niebla...por fin fuiste perfume solamente... y no me pude desprender de ti durante mucho tiempo... estuve muerto en vida, soñando tonterías acerca de cometas que críos hacen volar por playas desiertas.

Arrancaste mis peores cosas: mi avaricia más insana, mi devastadora codicia, incluso me arrebataste todas mis ideas...aquéllas con las que hube construido mi mundo perfecto.

Tu perfume me devoró y me trajo de vuelta a la puta realidad, porque a diferencia de la tierra de mis fantasías, tú dolías de verdad, tú envejecerías, tú desaparecerías algún día, tú no me esperarías cada noche después de la vigilia del sueño para reunirte, al ratito, en la parte de detrás conmigo....

Muerde polvo, cabrón! Muerde polvo! Es miserable creer tanto en tan poco tiempo.

1 comment:

Carla said...

Respecto al tema del paso del tiempo, te remito a una reflexión que hizo un día nuestra querida y no poco curiosa Sayu (creo que así la llamas); nos preguntó que si nos propusieran volver a la infancia, cuál sería nuestra respuesta. Algunos dijeron que volverían a la infancia y ella dijo que ella no volvería ya que cree que este tiempo es mejor. Sin embargo nos planteó que cupiera la posibilidad de que de niños estuviéramos en el momento de más sabiduría y que con los años la fuéramos perdiendo, al revés de cómo se acostumbra a pensar sobre que los niños nacen inocentes y aprenden. Ella dijo que nadie sabe si pudiera ser al revés.

Aquel planteamiento se me quedó en la cabeza. Al fin y al cabo, quizás tenga razón y, como bien dices, cuando creemos que maduramos y estamos en la plenitud no hacemos más que amontonar miedos y prejuicios.

P.D. Me has de contar cómo fue tu cita!Quiero saber qué tal!