Monday, April 07, 2014

Vuelta al Cirio



El Cirio. Tengo que volver a visitar el cirio. Tengo que arrodillarme. El gran cirio me debe una explicación, o por lo menos, yo le debo a él una convalecencia. Quizás, por primera vez sea yo el que tiene algo que contarle.

Volveré a recorrer el camino de tierra con la bicicleta, pasaré algunos campos y huertos. De nuevo, perenne él, me esperará en el mismo lugar de siempre. Como cada vez que lo visito, perseguiré su sombra con mi mirada. Después localizaré el sol, y me alinearé con él y con el gran Cirio. Como siempre, los tres elementos. El cirio es el eje. El sol a un extremo y yo al otro. Sentiré la soledad, la nada, el vació la contención. Solo allí puedo descubrir qué es lo que realmente me mueve.

Con esperanza, esperaré que una vez allí, quiera contar al gran Cirio aquello que haya ido a contarle. 
Después habrá fiesta en la torre, y acabaré como a mí me gusta: identificando los puntos oscuros donde no haya atinado a colocar mis más intensas vivencias. Solo que esta vez no habré ido hasta allí para contemplarlos, habré ido para lanzar la peonza o rellenarlos con argamasa fresca y así poder reventarlos a cañonazos de color.

No me preguntes cómo se hace, porque igual quiebro el hechizo. Pero es más sencillo de lo que parece.
En el Cirio, oscuro, vacío, el canto a la contención, el Silo Supremo, allí es donde me voy a reencontrar con los asuntos pendientes. Allí es donde rindo cuentas. En ningún otro lugar.  




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