Dime dónde has estudiado y te diré quién eres.
Dime cuánto has pagado y te diré donde estudias.
Y a todo esto la virtud permanece en lo más profundo de mi
culo.
Paso la lengua por el reverso del lunes, por su patilla, a
contra pelo. Chupo a bocajarro el desperece del lunes, dejo que sus zarpas me
abran la espalda, que se rebote, que saque su lado más oscuro a la superficie.
Lunes y yo tenemos unas palabras, de hombre a hombre, por encima de la cafeína,
hoy lo que entra en vena es la bruma que ahoga las cumbres de la pequeña sierra
que rodea mi ciudad. Todo va pasando, y lo mejor de la lucidez en forma de
maraña que nos acerca el lunes, es que
lo que debe importar verdaderamente poco, importa poco. Un sonido sofisticado,
pero que sin embargo emula aquello que brota de los instrumentos de madera-aire
más cuidados, me ayuda a recocordar lo que pensaba antes de nacer: No importa
ni el trabajo, ni el prestigio, ni mi agenda, no importa todo aquello que no te
debe importar en el suspiro antes de tu vuelta al útero materno.
En la cima, instantes antes de la muerte, miraré hacia atrás
y hallaré la incomprensión con la que damos todos. Y si alguna cosa le resta
intensidad en su absoluto sentido,-hablo del sentido de la incomprensión-, será
haber llenado mi tiempo con las cosas que verdaderamente me hayan importado. Y
esas cosas, a veces tiendo a creer que son las que interesan a los demás, que son
aquellas cosas por las que he de responder al resto. Y algo es claro: para nada
esa visión me salvará de la angustia de desaparecer en la eternidad.
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