Tuesday, September 17, 2013

Fake

Lanzan el balón desde la azotea antes de que caiga la oscuridad: Lo gallos de la ciudad, esta vez son de cemento, y cacarean como si les fuera la vida en ello, igual que el recorte que por centímetros salva al mozo del desgarro en el riñón, igual que el pececillo que habita las costas catalanas y que colocas en tus palmas cuando las sumerges bajo el agua, pero que se desliza cuando las elevas para entrar en contacto con tu medio, que es el aire.
El balón, ha caído esta vez del tejado al pavimento. Y allí estoy yo. Estoy yo con todo lo que me dicen, los cumplidos, las críticas, los halagos y las calumnias. Todo a mi espalda.  Puedo dejarme llevar por la furia, por la rabia; intentar acabar con todo. Puedo esperar como un cobarde, a que el temporal pase, pensando que lo que venga después será mejor. O puedo romper, simplemente mis muros interiores, haciendo desbordar de mí mi alrededor, empalmando ese balón lleno de miedos.

No ha sido mi culpa, pero que me lo tenga que decir yo a mi mismo, no es el mejor de los remedios. 

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