Las recreativas, junto a los ganchitos; los pañuelos con
motivos que me recuerdan a microorganismos, mi ilusión por lucir un cassette
gigante sobre el hombro, el comedor de Anita, las ocasionales fiestas en todo
tipo de instalación comunitaria, los veranos en zonas montañosas, las rebook de
pump, y Boston de fondo;
Allí estaba y allí quiero estar más que nunca; y las
certezas del pasado, más que nunca, hoy son capaces de vencer a las
ilusiones del futuro. La fuerza, la aspiracionalidad, el empeño, el tesón y el
arroyo d creatividad, entran en proceso de inanición y solo la memoria parece
intacta, y con ella, el compartimento estanco de las emociones que experimenté y que parece que no van a regresar.
Si pido ser aire, no te lamentes. Es mi opción. Si pido ser
viento y te digo que poco más hay que ofrecer, no debes escandalizarte. Aprende
a mirarte y entonces aprenderás a disfrutar mirando todo lo que tienes
alrededor. Esa es la única forma de no querer dejar de existir.
Yo llevaba unas gafas de sol guapísimas y caminaba por
senderos de tierra, creyéndome el nuevo mesías. Cuando miraba atrás, todos los
compañeros de clase me seguían. Paseábamos por debajo de enormes torres de
tensión, y sabía que le gustaba a la chica que me gustaba aunque nunca pasara
nada entre nosotros. Lucía el pañuelo en la cabeza, y more tan a feeling era un
estado vital más que cualquier otra cosa.
Por aquél entonces no había llamadas que me despertaran de
mi eterno ensayo, de mi letargo elejido, que me apartara de las pesquisas hacia
la mayor de las preguntas, por aquél entonces podía interactuar profundamente
con todo mi alrededor. No como ahora, que mi alma se ha vuelto más asustadiza y
temerosa de bajar hasta el fondo de la tierra para encontrarse consigo misma.
Es la llamada, la llamada telefónica en el trabajo, es la presión de lo que hay aquí fuera, aquello que te da de comer, pero nunca te llena el alma. Lo he dicho muchas veces, pero hoy siento que lo debo volver a gritar más que nunca. El hecho de que solo haya una vida, la necesidad de tener que hacerlo bien; el deber de querer contentar a todos… todo me lleva a mi progresivo olvido. Mi espíritu se atrofia desde dentro, y las cuerdas de mi guitarra ya no aciertan a vibrar con la misma intensidad.
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