Thursday, August 01, 2013

La mente del monstruo

Tendré la potestad, pienso. Tendré la potestad para hacer lo que me plazca el día que todos los demás desaparezcan. El día que haya un campo de trigo rodeándome; nada más que eso. Porque sólo cuando esté allí, incluso los remordimientos desaparecerán.

Si desaparecen todas las personas, mis problemas con ellas también desaparecerán.

Cargo mi pistola, adquirida clandestinamente en carrer Sepúlveda. Me miro al espejo, apunto con ella. Me sienta bien. Inclino mi cabeza mientras el reflejo de mi frente se torna el punto de mira. Pienso en ese momento que podría haber sido un gran dibujante, un gran músico, un buen comediante. Pero he decidido hacer historia por la vía rápida.

No me atrevo, no quiero pensar que me han ayudado a tomar esta decisión todos aquellos mártires que ya actuaron en diversos centros educativos. No quiero pensar que son los pioneros y que yo sólo pasaré a engrosar una lista más. Sólo una lista más. He de hacer algo diferente que el resto, incluso cuando decido arrebatar vidas.

He pensado en decapitar unos cuantos antes de que las fuerzas del orden lleguen. Chutar sus cráneos con fuerza, ver cómo se dirigen hacia el firmamento firmando una parábola dominical. Como los domingos que siempre pensé de merecía pero que nunca tuve.

Pienso otra vez en el campo de trigo, pienso en Josh, mi amigo ciego que me pidió jugar a pelota en un campo abierto. Recuerdo su manera de correr y de gritar, de absorber la realidad. 
ME pedía que dónde estaba la pelota. Entonces yo la colocaba a dos pasos de el y le contestaba “chuta con todas tus fuerzas”. El corría y a veces parecía ser capaz de ver el balón al empalmarlo.
Pero ahora Josh ya no estaba y sólo quedábamos yo, y mi pistola adquirida en Sepúlveda.

Después pensé que quizá chutar cabezas era mi manera de hacerle ver que seguía en mi memoria. Sonreí en cuanto noté que después de esa reflexión, aun me importaba menos mi vida.



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