Podría conducir muchas millas más, si me lo pides. Ahí afuera, con esa lluvia cayendo, ese paisaje negro y esas luces de neón, otra vez tan ocasionales, reventando a esteladas la oscuridad.
Por fin volvimos a coincidir. Y no sé qué soy, pero tú estás cerca de contestarlo. Aún estás. Si no me respondes, tampoco me va a importar. Tú eres más educada de lo que me imaginaba.
No te creas que no me apetece marcharme. Por eso estoy aquí, contigo. Aunque no estés en realidad y esto te pueda parecer extraño, ahora mismo viajamos en el mismo autobús vacío. Solos tú y yo. La contractualidad nos ha unido. La coyuntura, las circunstancias, las vicisitudes…
Quiero irme. Quiero no parar de irme.
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