20 días.
20 días han pasado desde la última vez que escribí en mi blog.
No es que haya estado liado; no es que no haya tenido tiempo.
Es sólo que me estoy muriendo y mi mano ya no salta de alegría.
Ven, nieto mío; ven aquí y deja que te bese la frente en un último acto de amor, en póstumo gesto de cariño.
Mira lo arrugada que está mi cabeza, mira cómo ya no tengo fuerzas ni para ansiarte, mira de qué manera se apaga la verdadera luz que hay dentro de la luz de la vida, que es la ansia, la pasión de crear y de soñar a la vez.
Muchos no lo van a entender, pero yo lo noto tan sólido como una piedra. Siento una sentencia que tiene cara y ojos. Lo que queda es brevedad. No hablo de tiempo, hablo ilusión.
Ya no se coagulan mis venas de intensidad. Ahora sólo pasa através de ellas un río de aguas vacías y de cauce irrisorio.
No hay nada que transportar ni sedimentar; Tots el que queden son còdols. No sé cómo es la palabra en castellano, pero las formas han sido definidas.
Me acuerdo de cuando llegaban los octubres años atrás; Qué excitación tençia dentro, cómo brotaban sin cesar palabras; cómo tenía siempre una segunda visión paralela de cualquier hecho y sentimiento, cómo hilabra y enhebraba sensaciones. Cómo veía vínculos entre todo lo que sucedía a mi alrededor; cómo me notaba conectado, siendo causa y consecuencia yo mismo de cada una de mis percepciones. Cómo sentía la respuesta a todas mis preguntas tan solo por el hecho de buscarla con el ansia, con el tesón y con la entrega de quién solo atina hacia lo puro e irreferente.
Ahora sólo soy un viejo más. Un viejo que lee más que lo que escribe.
Mira, llego a la playa; a una playa bonita y solitaria. De nuevo las nubes vuelven a repintarse las unas a las otras plácidamente, marcando otro tiempo que sólo existe en otro lugar. Yo intento sacar mis propias conclusiones. Espero ya lo que todo el mundo espera; una estrella fugaz que me traiga de nuevo una ilusión. He elegido el mal camino.
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