Thursday, April 19, 2007

Sentido

Ayer tuve la pesadilla más horrible que he podido sufrir. No es demasiado original. Tampoco puede presumir de tener contenido más allá de lo angustioso de saber que se te acaba la vida.

De un día para otro, anunciaron -después de una serie de sucesos horribles y aparentemente inexplicables acaecidos en los últimos meses- que el calentamiento global se enervaría en cuestión de menos de una semana, provocando temperaturas que acabarían con todos nosotros.

Efectivamente, en el Sahara ya habían empezado a estallar géiseres de fuego. Brotaban de la nada, como aparentemente lo hace una llama que prende en un papel a raíz del efecto del cristal de una lupa.

¿Pero como podía ser? ¿Cómo no lo habían pronosticado antes? Se debía tratar de una tomadura de pelo... Cómo algo con lo que siempre había crecido (el calentamiento global) se había trastornado de repente? Quizá no le habíamos dado demasiadas vueltas, lo habíamosa arrinconado allí en un hueco de nuestra memoria... como aquél que se habitua a ver desgracias en la tele hasta el punto que se hace inmune a ellas. ( a las noticas, no a las balas que ocasionalmente aparecen en las noticias). Quizá era eso... y yo qué sé

Todo parecía demasiado horrible para ser verdad, pero en cuestión de unas horas yo ya empezaba a notar el calor. Me asomé por la ventana... mis padres trabajaban, estaba solo en casa. En la calle, la gente corría anunciando el fin del mundo. Realmente hacía mucho calor.

No recuerdo con claridad lo que seguía, pero guardo aún en mi memoria la sensación de saberme muerto.

Creo recordar que sólo me pude despedir por teléfono de los míos. Ellos tampoco sabían qué tipo de credibilidad darle a las noticias de televisión. Pero todos notábamos el calor. En cuestión de un par de días aquello sería insoportable si seguía creciendo al ritmo que lo estaba haciendo a lo largo de aquella tarde.

Poco después, llegó la hora de asumirlo. La gente no hacía más que decidir de qué forma morir.

Yo monté en un tren atestado de gente. No sé hacia dónde iba.

Una cara, una chica. No tenia ni idea de quién era. Su rostro no era el de nadie que conociera en realidad. Me pidió que hiciéramos el amor en el mismo tren mientras empezaba a notar que las ruedas de este se tambaleaban demasiado. El hierro de las vías se debía estar dilatando en exceso. Podría ser que volcáramos en cualquier momento. Eso es lo que pensé mientras ella me pedía que nos enrolláramos allí mismo.

Yo estaba solo en mi periplo hacia la muerte, y en ese momento, ella me pareció más una hermana que una mujer angustiada. Le di un beso, porque en ese momento la quise muchísimo. pero no quería tener sexo. No podía. Tenía demasiado horror concentrado en la cabeza. Me sentí cobarde mientras ambos caíamos entre el resto del gentío del vagón hacia un flanco. Las chispas saltaron, pero nadie pareció morir. Sólo lamentos y gritos.

Todos seguíamos vivos. Pero el calor empezaba ya a ser asfixiante. No sé cómo coño me fui a meter precisamente en un tren el día que me iba a morir de calor. Sencillamente lo que hacía, era ironizar con la muerte, cuando en realidad lo único que pretendía era huir de ella de modo desbocado.

Empecé a mirar el paisaje tirado en las láminas metálicas ardientes, y todo a mi alrededor empezó a estallar. Lenguas de fuego aparecían al azar por doquier. Sentí como me moría de calor. Sentí que me quemaba hasta el punto en que el dolor se convertía en algo secundario. Estaba a las puertas de la muerte. Pensé con todas mis fuerzas que no podía ser... que porqué habíamos ignorado todo aquello del calentamiento de la tierra. Que el planeta por fin se cobraba su venganza, y que nosotros, por mucho tiempo más que hubiera pasado, jamás hubiéramos sido capaces de rectificar el rumbo para enfilar otra ruta que no fuera la del petróleo y la del placer para nuestra generación. Pensé que todos nosotros decimos que nos importan nuestros hijos, pero que también sabemos que nuestras palabras se las lleva el viento, y que en realidad vivimos solo para nosotros mismos y que nosotros somos nuestra propia medida. Pensé que la forma de razonar de todos y todas, ha sido en los últimos tiempos la que se apoyaba en nuestra grandeza. Siempre nos hemos creído superiores al planeta mismo, y nos hemos apoyado los unos en los otros cuando hemos tenido miedo. pero esta vez nadie nos iba a salvar.

Yo ya ardía. Un dolor que se convertía en una línea eterna resumía toda mi existencia. Un chastquido de dientes... un aptretar intensamente la mandíbula hasta que los dientes se convierten en harina. Ya no pensaba en nadie absolutamente. Solo tenía pavor. Solo era pavor. Horror, angustia. La eternidad le viene grande a cualquiera. La empezaba a palpar y una histeria silenciosa se apoderó de mi. Me quise agarrar a las faldas de no sé qué, pero no había nada. Me di cuenta de mi miserabilidad cuando me cercioré de que solo pensaba en salvarme yo. Solo pedía salvarme yo. No tenia tiempo para desear nada más. Todo yo era horror e instinto.

Aún no lo lograba creer del todo. Nadie está preparado para ese momento si es mínimamente feliz. Nadie absolutamente puede estar preparado. Lo juro. Yo ya ardía y deseé por último que todo fuera un sueño.

Fue una pesadilla tan fuerte que alcancé la vida del revés. Lo prometo. Fue un sueño tan real que juro que llegué a estar unas décimas de segundo muerto en la cama de verdad. Pero deseé tan fuerte volver a la vida que se me concedió la voluntad y me cayó esta existencia de regalo. Unas décimas de segundo muerto. Tan fuerte fue aquello que en ninguna otra ocasión he temido a la muerte.

Deseé con tanta vehemencia, tanto fervor y tanto convencimiento retornar a lo que hasta entonces había sido mi vida real, que ahora me siento extremadamente dichoso.

Lo primero que he pensado al salir de esa realidad paralela, es que habíamos dicho que este fin de semana nos íbamos a ver. HE deseado durante todo el día escuchar la canción que tanto me recuerda a ti "lugares destartalados", se llama. ME he puesto el doble de feliz porque estoy vivo y porque además, parece que te voy a ver.

Lo de la muerte ya me imaginaba que iba a ser así. Ya me imaginaba que sólo iba a desear mi resurrección y la de nadie más. Solo tenia fuerzas para eso. No creo que por ello deba ser un monstruo. Deberías haber tenido tú, aquél sueño.

Da igual, da igual. Te voy a ver, vamos a cenar, y vamos improvisar sobre la marcha. Cada vez que pienso en ti, pienso en eso otro y viceversa. Los extremos se tocan, dicen. Yo estoy de acuerdo con eso. Vamos a columpiarnos hasta dar la voltereta.

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