Me queda una pira,
una quemadiza pira.
Queda su consumo,
queda el olor a quemado, la ceniza, y la
última parte del fugaz instante.
Queda eso y menos.
Menos de lo que
nunca llegó a pesar.
Se acabó el cuento,
ahora sí. La bandera blanca asoma, los vestigios son demasiado poco importantes
como para seguir alimentando al corazón. La muerte solo ha sido simbólica y
apenas dolorosa. Más bien es como despertar de un difícil sueño para caer en
otro más plácido y sencillo. El sufrimiento lo he ido expulsando cada día,
esforzándome por gustar, por demostrar que yo era el adecuado. Pero no ha
servido, y ahora, soy yo el que se quita el mono de trabajo y se aleja del
fresco. Su aspecto, cuando se mira de lejos, no genera ese efecto deseado de magnificencia,
de épica, de completa memorabilidad.
Resulta que el amor
se me ha secado, se me ha secado entre los dedos. Y como acerté a decir alguna vez, detrás de ese amor, solo queda
la persona, la persona sobre el que lo coloqué.
No has tenido problemas
en renunciar a ese vestido, y mira que estabas bonita con él. Pero todo fue un
engaño. Un engaño que ejecuté sobre mí mismo a la perfección. Nunca conseguimos
salir de nuestra rueda y seguramente nunca lo hubiéramos conseguido. Por eso te
deseo toda la suerte del mundo, para que sencillamente vivas como quieras.
-->
Ahora que ya solo somos
amigos, me felicito. Me felicito por haberte encontrado y por haberte perdido.
Por ser ese turista frente al mar que estuvo esperando con ansias ver formarse aquél
ciclón que nunca llegó a suceder.
No comments:
Post a Comment