Una parte muy escondida, creo que se trata de su forma de ver las cosas. Es eso lo que me hace quererla más que a ninguna. La forma en que golpea los límites del cielo. Es lo que hace que no sea capaz de dejar de pensarla. Algo en la manera de reír, hace que me pueda olvidar de las demás. Aunque lo intente, no puedo deshacerme de ella. Creo que sabe lo que es capaz de conseguir, creo que sabe enseñarme las cosas que nadie más nunca llegará a mostrarme.
Me pregunto si es capaz de esperar.
Así, puede transcurrir una mañana entera en el meridiano de Greenwich. Nadie dijo que no fuera a doler. Y si trato de poner sobre la mesa todo lo que abarco, sólo hay una cosa clara: no soy capaz de desprenderme de toda ella. Mis pensamientos, después de atravesar toda la maraña de los miedos, siguen hacia adelante con la intención de que una sola persona los desvele. Y es como si ella lo supiera.
Es como si no perteneciéramos al tiempo ni al lugar. Como si estos elementos se hubieran entrometido de manera fulminante en una combinación sencilla pero ideal. Es como si nos hubieran colocado en un tablero que no nos pertenece. Nosotros nos conformábamos con la parte más básica del juego, nosotros teníamos suficiente con nosotros mismos.
Las tormentas me revuelven entero, le quiero proteger el cuello, pero en realidad sólo soy capaz de protegerme a mí. Algo tan sencillo a veces puede llegar a ser sumamente amargo y complicado.
Me pregunto si es capaz de esperar.
Al bueno de George Harrison
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