Friday, February 20, 2015

en llanto

El té, dispuesto en la tetera, y la pequeña taza de cristal que parece querer jugar con los haces de luz que se cuelan por el ventanal. Después, está el olor a lavanda que la brisa birla a la mañana y transporta hasta la habitación. Los reflejos y los juegos de luces que cataliza el vaso y que después dispersa por todo el cuarto son mágicos. Miro a través del ventanal sin ni siquiera mover la cabeza de la almohada. Es todo lo que he soñado. Contemplo plácidamente los árboles allí al fondo, oxigenando el bosque, la espesura de ese manto vegetal, que se rinde sólo ante la intromisión de los vientos del norte. Puede haber también un lago, puedo tener una magnifica y pequeña nevera transportable. Cierro los ojos mientras escucho el “clic” de la tapa de esa nevera sellando herméticamente las cervezas que justo antes he colocado en su interior. De fondo, de fondo está el silencio bendito que nunca es silencio absoluto. Si te fijas, empiezas a encontrar innumerables detalles, un puñado de estímulos que la naturaleza brinda a tus oídos. Puede ser el propio lenguaje de los árboles, parsimoniosos y de buen dialogar siempre. Puede ser el silbido de la brisa atravesando los inalterables caminos de roca que llevan a nuestro claro. Las cigarras, después están las cigarras… pero eso sólo sucede en verano. Sea como sea, puedes escuchar los bichillos. A mí me daban mucho miedo cuando era pequeño. Ahora siguen dándome miedo. Pero sé que si voy al bosque, me adentro en su hogar, por lo que primero de todo merecerán mi respeto, y a poder ser, mi calor. Luego, en la noche, sueño con poder escuchar el crepitar de la hoguera. Pero los guardas forestales no me lo permiten. Es normal, imagino. Ellos no saben de lo que soy capaz, pero sí que saben de lo que la gente es capaz. Así que no les culpo por ser verdaderos hijos de puta tocahuevos. Lo que nunca he entendido es eso de pasear descalzo por sobre la hierba. Más cuando es de noche. Con el frío que hace… a quién se le ocurre. Esto me lleva a pensar en distintas teorías acerca de la buena práctica del atletismo. ¿Es mejor tener una buena cámara de aire en el calzado para descansar más el pie mientras se corre, o la opción adecuada es más bien tirar de suelas planas, pues el pie lo diseñó Dios ya para correr, por lo que no es necesario tratar de optimizar lo no optimizable? Y claro, el salto de esa cuestión a la siguiente, está cantado: ¿Debemos perseguir lo que nuestro cerebro nos dicta, lo que nuestra supuesta lógica nos revela como seres humanos, como hombres sedientos de conocimiento? ¿O más bien debemos ejercer de meros observadores de la naturaleza para comprender qué es lo que más nos conviene? ¿Nuestro cuerpo, qué es lo que debe soportar?¿Cómo tiene que interactuar con el resto de los elementos? Después están las conclusiones, las bajadas, los aterrizajes. La comodidad no es más que una sensación, y creo que las sensaciones no engañan… por lo menos al principio.

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