Desde la costa y arrás de arena. Los últimos días del verano han venido en tromba; yacen aquí como la pandilla de siempre. Tienen la virtud de no envejecer jamás. Muchos ya han escrito acerca
de ellos; qué voy a decir yo que no se sepa...
Tampoco es la intención.
Hay una mujer aquí delante; podría escribir mil tonterías acerca de sus pies o su melena, podría, un buen día, decidir ser más duro y renunciar a una parte de mí. Podría, sé las claves, ser mejor para este mundo. Pero este no es un mundo correcto. No es tampoco un mundo para mí, ni tampoco merezco que me quieran cuando no he amado ni creo que ame. Lo que me gusta de verdad de este mundo son todas las cosas menos las aspiraciones de la mayoría de las personas. Me gustan los vacíos que hay entre la gente y la violencia que les retumba en la cabeza cuando algo no va como esperaban. Trato de alinear mi angustia con la del resto de humanos. Me imagino si se sienten tan vulnerables como yo, y en ese caso, si también se agarran tanto a la tranquila soledad. Si aveces veo que tienen morro, deseo ser como ellos, pero solo es un momento; porque una buena persona no tiene morro pero tampoco es tonta. Una persona buena solo observa y deja pasar la vida por encima suyo.
A dónde pretenderás llegar suele depender de lo que va apareciendo delante de ti. No hay un lugar definido al que arribar cuando el mundo en el que vives no es el adecuado.
No quiero parecer un misunderstood; no es eso. No espero que vengan y me recojan de mi congoja. Mi actitud responde al diálogo entre yo (soy burro)y la muerte que viene y que
se revela como una curiosa solución a todas las preguntas.
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