Cuántas cabecillas habré dejado de acariciar porque la jauría
se habrá desvanecido antes de que logre salir de mi asombro. El sol se habrá
puesto antes de que deje de sentir su calor en la piel, y los árboles me habrán
susurrado el secreto antes de poder comprender…. De poder comprender nada.
Algunos hablan de su hogar, de su casa, les es fácil
imaginarla. A mí me cuesta mucho, me
cuesta mucho imaginar la forma de mi casa, pero eso no me asusta. Mi hogar, se
podría decir que es el de todos. Solo hay que sentirlo, y aunque no esté en ningún
lugar, puedes encontrarlo en cualquier parte donde te trepe el silencio por la
espalda. Mi casa es así, ruega por respeto, eso es lo único que pide a cambio
de lanzarme sus brazos enormes, fuertes y confortables por encima, para
recogerme y hacerme sentir a salvo. Entre sonrisas, mi hogar y yo viajamos…
Tomamos sendas distintas y nos cruzamos de vez en cuando, pero el destino
siempre va a ser el mismo. Lo puedo notar en las caras de algunas personas, en
sus gestos, lo puedo sentir en algunas canciones, pero también en los ladridos de
algunos perros por la noche. No sé cómo se llega a mi casa, no sé cómo dar las
indicaciones, pero siempre que necesito encontrarla, aparece cerca de mí.
Tendré que caminar más, tendré que caminar menos, pero siempre me lanza los
respiros.
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