Badhog, el cerdo calamitoso de anteayer, hoy puedo ser yo,
y mañana tú. Badhog, supongo que es un estado de ánimo. Pero no uno cualquiera. Badhog hace
que se repita en tu cabeza que haces algo mal. Que sigues ahciendo algo mal. 30
años mal. Habrá que cambiar cosas, y habrá que fortificar los hábitos
saludables. Yo antes solía pensar con
mucho más desparpajo. Pero 4 años parece que son suficientes para tirar por la borda la
funcionalidad de tus neuronas. No sólo eso… en este periodo de tiempo, puedes
conseguir adormilar su sed para volverte un oficinista ejemplar más. Cojo el
ascensor 4 veces al día y siempre que haya alguien dentro digo “hola”. Ahora
nos reparten una correa a modo de collar para que luzcamos nuestra tarjeta de
acceso al edificio orgullosamente. No entiendo la facilidad con la que la gente
asume ser eso, ser gente, ser indiferentemente gente. Todos se han cansado de
brillar. No niego ser especial, ya se sabe, pero lucho por probar con reflexiones,
allí donde me está permitido llegar. Y sólo por eso no se me puede considerar
igual a la gran mayoría de gente de este edificio, que se cuelga esa tarjeta
del cuello tan felizmente. No se dan cuenta de lo que simboliza ese gesto. Que
dios les tenga en su haber.
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