Friday, December 21, 2012

La vida de Larry



Larry sonríe inmisericordemente: el mundo se acaba y la gente arde envuelta en llamas. Larry continua sonriendo. Tiene la misma expresión en la cara que cuando nació su hija, o cuando le cortaron por primera vez el pelo. Larry tiene casco. Es su porpio pelo. O era. Ahora el tipo ya no es como antes; y la vigorosidad de su cabello tampoco es la misma.

Larry va de putas a menudo. Siempre con esa media sonrisa en la cara; Larry, eso sí, paga diligentemente. Siempre ha sido un gran defensor de los malos hábitos, así que cuando mejor se comporta, es cuando los lleva a cabo.

Pero ¿quién dijo que ir de putas es un mal hábito? Sólo Dios lo sabe, o mejor dicho, su iglesia. Y hablando de iglesias, sólo hay un tipo de personas, -porque cabronazos, no sois más que personas como yo- que sean todavía más malévolas que Larry. Ellos son los curas, los padres. No todos, pero sí algunos. Muy oscuros, los padres.

Larry ya no consume cocaína. Su tabique dijo “prou”. Ahora Larry trabaja en una agencia de publicidad y su participación en timbas de póker es proporcionalmente inversa a la inclinación de su miembro cuando se acuesta con una ramera. Larry es así, cuando no puede llenar su vida con un mal vicio, ya está buscando otro.

Larry a veces intenta ser gracioso ante Papá Mentón. La mayoría de veces no lo consigue. Aún así, no pierde su media sonrisa.

Alguna gente dice que tiene varias ofertas de grandes empresas de ocio para que se convierta en su mascota. Dicen que le quieren ver repartir dólares. Sacándolos de su propio sombrero de copa.

No sé. Creo que esos grandes lobbys del ocio tienen vista.

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