Tuve en mis manos su cabeza y noté como la forma que hacían mis manos para retenerla no me dolía. No la invité a que se fuera, ni tampoco ella quiso estar por estar. Se movió su cabeza en mis manos como un gorrioncillo que explora sobre el cemento helado de una pista de street basket.
La tuve ahí, leyendo los cd's que había colocados en el mueble, recitando los mejores fragmentos de algún libro de Auster.
Todo era demasiado americano y brillante para durar.
Entonces se tuvo que ir y volví a recordar quién era; aquella persona que decidió rendirse y estirarse en el lecho de muerte aún con algo de vida por delante. El ser que eligió languidecer en silencio y con buena letra.
Pero ella me quiso estrujar el filo de vida que quedaba en mí, y al tirar de él, en vez de romperlo, arranco de la ondura de mi corazón la punta de lo que podríamos llamar un iceberg de la risa.
ME ví entonces colonizando algunos huecos más del mundo, cantando fuerte algún tema más, sangrando sin miedo a morir. Porque así es como se vive.
Mis letras, olvidadas, o más bien reservadas ya en el cajón de la convención; brotaron para volverme a empapar de frescura y juventud. Aquí están, danzando para mí; las letras que han salido de su armario.
Son muchos cambios. Cuando me paro a pensar, quiero continuar sin pensar, cuando corro, deseo poder pararme a reflexionar. No estoy descubriendo nada. La única manera de seguir apasionado por lo que me rodea es que tiren de la punta de la sábana que yo no alcanzo. No descubriré tampoco nada nuevo para nadie. Qué lastima! Pero bueno, me respondo y me pregunto a mí, y a mí me tengo;
Nada más lejos de el límite del yo, está el tú. Estudio la forma del yo, pero es imposible sin el tú. De eso también soy consciente ehhhhhhhh!
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment