Thursday, December 13, 2007

Esquela 123: Reminiscencias y soledad

La máquina de refrescos no funciona de nuevo. Cuando más la necesitas, más problemas te da. Le propinas una patada con rabia. No cae nada. nunca cae nada. Das la vuelta y enfilas el pasillo otra vez. Si hubiera algun espejo, te habrías mirado, a pesar de saber que el color de los fluorescentes no te favorece.

En realidad no favorece a nadie. Ese tipo de luz jamás debería haber sido inventada: Los tubos son altamente tóxicos, y el brillo que emana, desprende de todo menos vida.

Por ello, al salir al patio del colegio público en donde creciste, te sientes doblemente acogido. Por una parte tienes la luz del día, que sienta mejor que ninguna otra. por otra tienes el bosquecillo de pinos, en donde auún permanecen entramados muchos de tus mejores recuerdos.

Fugazmente, te reencuentras contigo; ves a los niños columpiándose en el parquecillo, y también les ves utilizar los escondites que tú creíste únicos cuando tenías su edad. No siento dolor al experimentar esta cantidad de emoción... ¿o quizá sí?

Aún hoy, no logras encontrar ninguna respuesta. Y quizá, inconcientemente, esa es la razón por la que dedecides sustituir tus ansias de aprender y de revelarte, por la sensación que te aportan las convicciones más sociales: Mírate, tienes a una mujer que te ama, tienes un buen trabajo y un buen vehículo. No creo que nadie te pueda culpar por ello.

Tú eres el único que te puedes reprochar haber suspendido en algunas etapas de la vida. Solo tú te puedes sentir orgulloso de tus hazañas. Y sí, quizá tu seas amenudo, sencillamente lo que eres para los demás. Pero ello no quita que tengas que renunciar a la última de tus posesiones, que es el acto reflejo de la soledad, del secreto incompartido, del sentimiento de incomprensión, de la fórmula de la aprticular felicidad, del espacio absoluto y virgen que hay en tu cabeza. Allí donde solo tú puedes decidir si otros entran para manosearte.

Aún sigues sin saber si está bien o no cerrar del todo o abrir completamente tus fronteras. Tampoco sabes cuando merece la pena dejar a alguien pasar. No sabes conectar con los pensamientos de los demás los tuyos, pero hay algo que nadie puede negar: La verdadera soledad es siempre éticamente absoluta.

1 comment:

Carla said...

La pineda!
yo me acuerdo de la resina al intentar trepar por esos pinos. Recuerdo al Pol diciendole al Marc Domingo que dejara babas en la silla de la Gemma Galtes.
Me acuerdo que la Montse tuvo que llevar gafas porque el David le metio accidentalmente una pantera negra de plastico en el ojo. Cuando eramos la clase de las Panteras.

Me gusta acordarme de los detalles como del color cheminis. no svemos hoy *