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Fue una juerga, una
jodida juerga.
Todo fue una juerga.
Todo lo montaste
para pasar el rato.
Ahora sé que hay
gente que no puede cambiar. Gente cuyo egoísmo espolea mi carrera hacia el
vacío.
Lo escribo desde la
lucidez. Desde la simple y llana razón. Y ha florecido en mi por primera vez una
sensación que no quería tener en mi vida, y te lo he de agradecer: Es la de desear
no saber nunca nada más de alguien. Jamás me hubiera atrevido a escribir algo así desde el resentimiento. Por
eso lo escribo desde la más pura evidencia. La evidencia de haber invertido en
algo que no merecía la pena. Lo único que te puedo reprochar es no haber tenido
la ética suficiente para haber contenido tu actitud caprichosa.
Ha de quedar algo
claro: Una mala persona no es la que desea el mal a alguien. Es sencillamente
la que no se preocupa por los demás.
Ahora sé que hay
verdaderas malas persones. No son aquellas removidas por la ira ni la rabia.
Son más bien aquellas que no tienen fondo a la hora de esperar que otras hagan
por ellas lo que sea. Aquellas que buscan su beneficio sin importar el precio (si lo pagan los demás). Tú me lo has enseñado, y el paso del tiempo lo ha ratificado.
Qué horrible es
vislumbrar esta certeza desde la tranquilidad, la calma y la felicidad.
Pero me veo obligado
a escribirlo, porque escribo de todo lo que aprendo, y porque miro atrás y
encuentro muy pocas cosas que hayan compensado todas tus llamadas y todo lo que
llegué a estar pendiente de ti.
¡Menuda estafa eres!
El simple y ciego amor me enganchó irremediablemente a ti, pero ahora que no
queda nada de eso, me digo “mira que todos te lo decían, lerdo..." Al final
han tenido razón. Es una lección de humildad. Nunca ha existido ninguna gran
conexión.
Y ahora, cuando me
preguntan si alguna vez me han hecho daño, me veo obligado a pensar en ti. Es
imposible olvidarlo.
¡Ya soy una persona
completa!
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