Friday, June 13, 2014

La acritud de saberse muerto en vida

Calvas oscilantes. La acritud de saberse muerto en vida. Como cuando se fuerza una maquina cuyo fin, cuyo propósito, es, cuanto menos, difuso.


Veo a TPXIXA especialmente irritante, hoy. O es que yo estoy sumamente irritable.  No sé, la bolera con marina me viene a la cabeza. Una noche, la de fin de año, estábamos borrachos y me pidió varias veces que la follara. Mientras me lo pedía babeaba. No se daba cuenta. Acababa de salir de vomitar el lavabo. No me excitó la estampa, precisamente. Menos mal que los amigos están para esas situaciones, y el entrañable cuello ancho sació su necesidad dándole polla a cuatro patas. ¿Cuánto hace de eso ya? a saber. Esa puta bolera… Pero un recuerdo más difuso y mágico es el de Manel colándonos en la Mallola el verano antes de que empezara el primer curso de nuestras vidas en ese instituto. Su madre trabajaba allí limpiando. Fue fácil colarse. Después, en aquellos lavabos soñé con descoyuntar a alguna descuidada. A alguna nena descuidada digo, encarnando la furia de diez mil dioses en mi rabo. Pero no pudo ser. Benditas expectativas, que cocidas a fuego lento se convierten en el perfume imborrable que acompaña a uno hasta el día de su muerte. LA experiencia, dilatada en un tiempo en donde las preocupaciones se pueden abrir en canal, donde se puede sondear cada rincón de tu propio temor. Donde tienes la pausa en la mano. Sí, es goteo constante pero suave, de estímulos que de verdad merecían la pena. Estímulos vivos, lejos de las luces en RGB. Esa capacidad de analizar por las tardes de las tardes. La ausencia de grandes objetivos de “grandes culturas”. El perpetuo descubrimiento de tus propias entrañas, atizarte fuerte  en el culo, dolerte a ti mismo sin que te duela nada por los demás. Cuanto hace qué no siento el dolor que yo mismo me pueda infundir. Cuanto he pasado a depender de las expectativas extranjeras, el ser para los demás. Y aquí, como resultado, estoy.

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