Thursday, September 28, 2017

Neochuch strikin' again

Fieros, perros lamedores en canal del oxígeno que les da vida.
Ves estas carnes que cuelgan? Son las tuyas en un tiempo. Las generaciones que vivan de la inmortalidad, aún están por llegar. Pero sucederán.

Llevo un año y pico sin pisar calafell. Ahora esa sacrosanta tierra, es coto de caza para un conejito como yo, y los perros lamedores de oxigeno esperan pacientes, con sus quijadas untadas en su propia saliva.
Sé que tengo muchas cosas que hacer.

Calafell, según la religión de mis cojones, según la biblia de mi escroto, es donde todo empieza y termina, entre muchas otras cosas.
En calafell esta mi inocencia, mi sexualidad, mi inspiración y mis frustraciones. Y también mi mariamagdalena.  Jodida mariamagdalena.

Hoy he aprendido a empezar a olvidar. Me han dado una buena ostia y no hay caseta donde denunciar lo sucedido. Podría empezar a coleccionar antidepresivos, o podría ponerme best of you de los foo. Evidentemente soy de los que se inclinan por la segunda opción, aunque parezca ridícula.

Hay una espina por la que me desangro. Mi abdomen se ha bañado en sangre como nunca. He acusado el golpe como jamás imaginé. Ahora entiendo porqué nadie puede entender este dolor. Cuando te sucede, la soledad, la desesperación, la incomprensión te estrangulan a la vez. Te entran ganas de rezar. De rezar con todas tus fuerzas por poder cambiar algo. Cierras los ojos, los aprietas fuerte, y toda la gente que hay a tu alrededor, ellas y sus voces, pasan   a gran velocidad, aparecen, desaparecen mientras te chamuscas en tu propia fe, todo dios pasa por allí, y en el punto de fuga, está la culpable, y es la única que permanece perenne, inmóvil. Y tú vomitas sangre, sientes que te desvaneces porque ya has reventado hasta el último hilo de tu fuerza. Y ella imperturbable, parece no ser consciente de que darías tu brazo por una noche más. Por una puta sonrisa.

A veces me paro a pensar, cómo puedes ignorar a alguien que te desea tanto bien, o como puedes despreciar incluso el azar. Porque ella no atiende ni al azar. 
Vuelco toda mi mierda para volver a empezar más limpio que nunca.

Qué no hagas nunca, por favor, a ninguna otra persona lo que me has hecho, que no seas tan cruel toda la vida, que no te ahogues en tus angustias, y que no pretendas que los demás se sumerjan en tu mierda para rescatarte de ella sin tu mover un solo dedo. Que nadie tenga que pasar por ti lo que he tenido que pasar yo. Y sobretodo, que puedas perdonar en el sentido puro de la palabra. Todo eso, sólo depende de ti.





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Wednesday, September 27, 2017

En el origen del pensamiento

En el mundo de hoy, cuesta distinguir entre lo íntimo y lo público. Las redes digitales diluyen las fronteras entre el reposo y la profundidad de la reflexión para con uno mismo, y la necesidad de exhibirse para autoafirmarse. El resultado de esta coyuntura, son vácuos ejercicios mentales en dónde se prima más el continente que el contenido. ¿Dónde quedó el "qué"? Supongo que se lo comió el "cómo".

Y en estas estamos. Incluso yo me veo sometido irremediablemente a esta corriente en donde la germinación de mis pensamientos más humanos y secretos, más personales e introvertidos, se ve condicionada desde el minuto cero por un ineludible ansia de exhibición. Me pregunto hasta qué punto soy realmente coherente con lo que creo que sigo pensando. Hay algo dentro de mí, que ya no puedo arrancarme. Es la idea automática de compartir lo que pienso. Dicho así, no suena tan mal, pero creo que el proceso de maduración de cualquier reflexión auténtica y genuina, se ve sacrificado en pos de ese ansia de mostrar a los demás lo que uno lleva dentro.

Es como si nos vistiéramos cada día a la vista de todos nuestros vecinos. Estamos desnudos, y nos da igual que nos vean mientras nos ponemos los calzoncillos y las bragas. Es en ese momento, en el que la rutina de vestirse, deja de ser rutina, para convertirse en todo un ritual público. Ahí, justo ahí, muere el candor que debería esconder dentro de sí ese acto.

Pues bien, en esas me encuentro, y por eso, si te digo por aquí que te quiero, escondo en el fondo de tal afirmación el deseo de que lo leas. Corazon y razón juntos desde el primero momento. No sé si es buena combinación.

Rechucho

Vuelvo, más seco que nunca, más crudo y con tintes pastel, sin embargo.

Dos años tratando de volver a entrar en este blog, dos años de veto digital, contra el cual mis ansias de expresarme chocaban sin cesar. No pude hasta hoy recordar lo que soy, que viene a ser lo que he sido, puesto que las ilusiones,-la parte futurible-, sigue intacta.

Qué coño intacta, ¿a quién quiero engañar? tengo el 50% menos de tiempo. Y por eso, también he decidido tener el 50% menos de ilusión.

Bueno, por eso, y porque cuando cargué al final la ametralladora, cuando barrí por fin la casa o puse la mesa, mejor aún, cuando me desperté, tú lo sabes bien, cuando me desperté, sólo quedaba el desayuno que me habías preparado, pero tú ya no estabas.

He pensado que queriéndote, voy a ser algo más feliz. Todos me dicen que debo olvidarte, pero no me apetece aún. No quiero. Los recuerdos siempre suelen ser más perfectos que los hechos en que se fundamentan. Incluso cuando duelen.

El otro día, oyendo tu voz relajada, oyéndola relajada después de un año, se me clavaron cándidas caricias por todo el cuerpo. No sé de por dónde llegaron, pero sí sé que tú eras la artífice. Y ahora que al fin eres feliz porque empiezas una nueva vida, tengo la ineludible obligación de dejar de preocuparme por ti, de dejar de tener la sensación de que debo cubrir tu espalda. Ahora que te oigo incluso reír, me quedo sólo en el agujero en que los dos nos ahogábamos juntos: Tú me empapabas de de mierda un poco cada día. Yo te enterré en la basura de un golpetazo desde el principio... pero ya has salido.

Me quedo, me quedo gripado. Recuérdame desde la luz, venga. Guárdame tú, ¿me oyes? guárdame bien. Resérvame un espacio. No me importa el tamaño. Da igual si es minúsculo. Pero colócame allí donde nunca me alcance tu indiferencia. Allí donde te lleguen las buenas noticias, donde coloques tus éxitos.

Ya no hace falta que te diga que lo vas a conseguir.