Tuesday, March 13, 2018

De absoluto viaje





A veces soy capaz de pararme a atender las preguntas que el viento me lanza.
Otras veces sencillamente le acompaño allí donde va.
A veces consigo dejar de pensar.
Dejar de pensar en todo.
Viajo sin demasiado esfuerzo y en mi lomo la noche se hace ligera.
Una intensa alegría me parte las costillas como lo hiciera el cuchillo, y me hace llorar.

Prefiero creer eso, a  explicar que lloro sin motivo.

A veces, se me explican muchísimas cosas que por otro lado, es muy fácil no comprender.

¿Pero qué culpa tengo de haber decidido mirar desde el primer momento detrás de todo?

¿Qué culpa tengo yo de poder ofrecer a los demás sólo aquello que soy?
¿Qué culpa tengo de haberme rendido y pensar que eso no está mal?
¿Qué motivo hay para competir con el resto de iguales?
No, no tengo tiempo para esas cosas.
Estoy quemando mi piel con todos los sucesos que pasan tan rápido a mi alrededor. Friccionan mi alma, pero procuro mantenerme imperturbable.

Me voy, si es que ya aun no me he ido.
Me voy a ir, si es que ya no me fui.
Siempre nunca estuve.
Al final, y al principio, siempre nunca estuve.

Solo existo para alejarme, como lo haría el cómplice de la espesa negrura en la que se encastan las estrellas.
Solo soy otro instrumento, parte del paisaje.
¿De verdad hace falta leer tantos libros para comprenderlo?
Sólo me estoy recogiendo,
y con ese recogimiento me convierto en profundo respeto sobre todas las cosas.
Y pierdo la noción de mi existencia, se confunden mis propios límites, se funde mi percepción con el propio momento.
Cansado de ser un humano. O de actuar como tal.
Cansado de las barreras, los obstáculos y de todo aquello con lo que procuramos darnos sentido los unos a los otros.
¿Lo has sentido de verdad?
¿Lo has sentido lo suficiente como para tener la necesidad de escribir sobre ello?

Entonces estamos preparados para trascender.

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